Alicia se quedó un rato contemplando pensativa la seta, en un intento de descubrir cuáles serían sus dos lados, y, como era perfectamente redonda, el problema no resultaba nada fácil. Así pues, extendió los brazos todo lo que pudo alrededor de la seta y arrancó con cada mano un pedacito. -Y ahora -se dijo-, ¿cuál será cuál?

lunes, septiembre 11, 2006

El otoño se aproxima…


Corre el calendario y siento que el otoño se aproxima. Es bello ver árboles en tonos dorados, más brillantes, menos. El color ocre me atrae, aunque tal vez sus connotaciones sean algo pesimistas. Se asocia el tiempo de otoño a la caducidad , a la perdida de luz, a la venida del frío letargo. A mi me gusta, tal vez por que en mi alma normalmente es otoño, tal vez por que adoro el hielo del frío de diciembre, quizás por que el blanco puro, inmaculado, congelador del invierno me atrae con morbo, como un viejo vuelve sus ojos a los muslos tersos de una joven diciochoañera.
Propósitos nuevos por todos lados, he de dejar de fumar, tengo que apuntarme al gimnasio, a ver si me matriculo en algo… típicos tópicos pero ciertos, es más yo misma he caído en ellos.
Se me ha ocurrido matricularme en la facultad de nuevo, ya veis amigos a mis 43 años, y si, realmente me siento mayor y algo antigua. Al acercarme a lo que hoy llaman facultad de formación del profesorado me dirijo a un par de chicas de esas morbivistosas de los abueletes, y le interrogo en tono cordial, casi cursi, ¿ es esto magisterio? Y la más guapa de las dos dice: No. Joder! Me llevo un palmo en las trancas, pero la segunda rápida y audaz me dice, si señora. (La cagamos! – para mis adentros-) es lo que antiguamente era magisterio. Lo dicho, vieja, carca y mayor.
Y por que ese afán de retomar vericuetos juveniles? Es sencillo, me cuesta cuestionarme la edad, me cuesta cuestionarme que la vida pasa. En resumen, cuesta asumir que los años pasan y como tal también los morbos y los inviernos, y todo esto por que antes dije que me gusta el gélido invierno, lógico entonces si pienso en mi cuerpo cada año más endurecido.
A veces me gusta tener la edad de ahora, a veces. A veces me siento joven, a veces no. Pero solo cuando a veces reparo en mis manos me doy cuenta del tiempo inexorable. Recuerdo a mi abuela cuando yo era pequeña y recuerdo sus manchas marrones pardo en los dorsos de sus manos, Pues sabes que! Yo ya tengo las manchas de mi abuela, yo ya tengo las manchas de la edad, pero eso si, yo también tengo las manchas del paso de la vida en mi mente, en mi espíritu, en mi ser, en mi yo, y que quieres que te diga… no me disgusta del todo, la madurez es buena, mejor dicho, la madurez es necesaria, por que eso demuestra que la sangre ha corrido por mis venas y que ahora se lo que quiero, lo que busco, lo que deseo y lo que soy.
El otoño cubre el monte, el otoño tiñe el bosque, mi alma espera el invierno, uno más, ves!! Eso es buena señal, es un guiño a la vida, es una hoja de mi almanaque, que como cualquier hoja de cualquier árbol caduco, cae y deja paso a otra hoja, a otro nuevo día, así una y otra vez, así siempre, así hasta la eternidad.
Me acurruco en mi sillón y espero pasiva el otoño.

(amanita©)

1 comentario:

Felipe Hernández S. dijo...

Pues cómo son las cosas...
El otoño llegó allá para quienes viven al otro lado del Ecuador. Acá, en el sur que también existe, vivimos y sufrimos la primavera. Déjame decirte que a mí también me encanta el otoño... aunque me he reconciliado con las otras estaciones (incluso hice un comentario sobre la primavera).
Respecto a la reflexión acerca del tiempo y la madurez, concuerdo contigo, pero aunque soy unos añitos menor que tú, me cuesta más asumir la impostergable tarea de envejecer. El tiempo no me da tregua en sus continuos ataques. En fin... fue un gusto leerte.

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